martes, 18 de marzo de 2008

Cadáver inconcluso

Allí está el techo, con sus miles formas perdidas que solo yo veo. No hace calor o frío, o alguna brisa roza mi frente húmeda. No hay nadie, solo yo, inmóvil con la espalda contra el piso. Se siente diferente, es como vértigo pero sin caer a ninguna parte. Giro mi cabeza y veo la puerta azul un poco abierta pero no recuerdo si siempre fue de ese color o yo alguna vez la pinté. Creo que no hay nadie al otro lado, estoy solo. El techo sigue allí, impávido, viéndome desde su altura intocable. Giro la cabeza hacia el otro lado. La ventana está abierta y la brisa hace ondear las cortinas. Puedo ver el cielo azul asomándose entre ellas. Ese cielo ha permanecido siempre allí, desde el día en que nací. Lo recuerdo bien, era esta misma habitación, solo que ahora se ve mas pequeña. Mi madre gritaba, estaba sudada, pujaba y yo me negaba a salir de su vientre. ¡No mamá, no quiero salir, déjame acá dentro!, le gritaba, pero aun así fui expulsado a un mundo de luz enceguecedora. Mi abuela me recibió, me cubrió con una manta vieja, no se era gris o fue blanca alguna vez. Cuando me colocó al lado de mi madre, esta ya no respiraba. Había muerto el día de mi nacimiento. Escucho el ruido de la calle que se cuela por la ventana abierta. Ahora una nube ha manchado el azul del cielo. El techo sigue allí, pero ya no veo las formas de antes, ahora es completamente liso como un papel. Junto a la puerta azul esta la mesa de noche y sobre ella una foto. Hay alguien en la foto, pero no recuerdo quien es. Se que puedo recordar. Ya se: es Ramiro. Hace cuanto te fuiste Ramiro y me dejaste acá solo, solo con todo. ¿Un año? ¿Dos? Creo que son ya cinco. Sabes, nunca te pude olvidar, nunca me pude recobrar de tu ausencia, jamás pude extraerte de mi piel. Maldito el día (o mejor dicho la noche) en que saliste a comprar unas hamburguesas y nunca regresaste. Bueno, si regresaste, pero como un gran ventarrón. La policía nunca supo quien te dejó tirado allí, bajo la lluvia de abril, aquella noche en que te fuiste. Ya no siento el piso en mi espalda, de seguro ya se cansó de sostenerme y se fue. Todos se van, hasta el piso. Mi abuela me crió, me envió a la escuela y hasta a la universidad. La pobre, trabajar tanto para que yo fuera un hombre de bien, para que siguiera el camino que siguen todos, para que le diera unos bisnietos, lo siento abuela, soy gay. Menos mal que también te fuiste antes que te lo dijera, no creo que hubiese soportado ser tu asesino. La puerta azul sigue entreabierta. Ahora siento que el piso es tibio y húmedo. Giro la cabeza un poco más y puedo ver que estoy suspendido en un lago rojo que se expande poco a poco a mí alrededor. ¿Qué haces sentada en la cama, abuela? ¿Aún sigues llenando los bolsillos de tu vestido con caramelos? Hace ya bastante tiempo, cuando tenía unos cinco años, metía las manos en tus bolsillos para robarte algún caramelo. Sabes, extraño tus caramelos. Cuando ya tienes casi treinta, los caramelos ya no saben a magia, solo a azúcar. No te hubiese caído bien Ramiro, era de esos países del lejano oriente, con piel canela y ojos esmeralda. Pero no por sus ojos o su piel que hacia alto contraste con la blancura de la mía, si no por que no era católico. Tú y tu Dios, que no aceptaban que el mundo también es diferente y que tiene cabida para otros dioses, incluso para el de Ramiro. Pero nunca lo conociste. ¿Quieres saber como era?. Te cuento, solo quédate sentada allí en la cama. Era la persona más espectacular del mundo. Nadie me había amado tanto como él (si, se que tu me amaste, pero esto es diferente). No solo sus ojos esmeralda, o sus blancos dientes o sus carnosos labios o su velludo pecho o sus grandes manos o sus fuertes piernas o sus nalgas rígidas, no, era algo más, más profundo. El techo ya no está, ni la ventana colgada del cielo azul o la puerta entreabierta. Pero tú sigues allí, sentada esperándome. Ramiro, fueron cinco años de dura soledad. Tener que enfrentar el mundo uno solo no es cosa grata, se hace cuesta arriba, llegar y no tener con quien hablar, a quien contarle como fue el día o a quien escribirle un poema o a quien tocar en la noche mientras duermes para sentirte protegido. Si Ramiro, y aprovecho que estas parado junto a la mesa con la foto para decírtelo: maldigo la noche en que te fuiste. ¿Por qué no me esperaste? ¿Por qué no viniste a buscarme?. ¿Que yo no podía ir? Pero esa no era tu decisión, era la mía. Pero no importa, ya la tomé, ya decidí irme yo también. Adiós abuela, ahora si es para siempre, ya puedes irte con tus caramelos en los bolsillos, hace algún tiempo los deje de comer por la diabetes prematura. Por eso no podía sentir mi pierna derecha, me la quitaron hace un año, la pierna también se fue. Tal vez por demasiada azúcar en mi infancia. Pero hoy le gané a la enfermedad, pero ya no quiero tus caramelos. Adiós Ramiro, nunca puede olvidar tus pies junto a los míos bajo las sábanas mientras dormíamos. A diferencia de los caramelos, tus pies adorados nada tienen que ver con la diabetes, pero si con mi tristeza. Y no solo tus pies, todo tú. Y por esa enfermedad de ti es que ahora estoy acá, acostado sobre mi espalda húmeda con mi sangre que no deja de huir como un río, sobre este piso que ya no quiere sostenerme más y bajo esta manta blanca que me cubre y la que confundí con el techo y la maleta azul de la desfibriladora con la puerta.

6 comentarios:

Diego Flannery dijo...

Solo puedo decir ... que me atrapó el relato y me hizo poner triste. ¿Cuantas muertes van quedando en nuestras vidas que nos reclaman o a las que le reclamamos?
¡Felicitaciones Haldar!

Diego Flannery dijo...

Haldar: estás invitado a jugar en el patio de la abuela...¿traerás las figuritas deportivas y las revistas ... que ya sabes?

Anónimo dijo...

Bonita historia…. De verdad que eres elocuente en tu forma de narrar. Atrapas con el ritmo, dejas ver tus entrañas… me gustaría saberte así, Hadar.

Como Diego, yo también quedé triste al terminarla, pero es sólo el reflejo de que el mensaje no sólo pasó, sino que dejó rastro… y ése es finalmente el objetivo de todo… que algo quede.

Me siento triste… y creo que es la segunda vez que lo digo aquí en tu blog.

Ojalá las cosas hubiesen sido diferentes para Ramiro… o para el Nieto.

Me gustaría leerte alegre… celebrando… a ver si nos haces celebrar contigo.

Mucho de ti…

Haldar dijo...

Anonimo, gracias por tus palabras, pero me gustaria saber quien eres.

Un abrazo

Anónimo dijo...

No pretendí ser nunca alguien enmascarado… típico juego de niños, cuando te crees superhéroe de caricatura y compras la figurita fantástica de tu héroe favorito. Pero por un segundo, cuando leí que querías saber quien era, jugué con la idea de serlo… y de permanecerlo por un rato.

No sé que haga… déjame ver como fluyen estas líneas.

Debería comenzar que el ser anónimo aquí no es algo premeditado. Un día escribiendo un comentario, con esa rapidez anodina que me caracteriza para algunas cosas, no vi donde escribir mi nombre y salió así… y realmente lo dejé.

Así que este anónimo, ya ha sido anónimo antes.

Por los momentos, me quedo anónimo… quizá aparezca en alguna parte de ALGO… quizá me vuelvas a leer pronto. Lo único que quiero que tengas seguro es que realmente padezco los pedazos de ti que dejas entrever en tus historias… y por eso te pedí leerte alegre.

Anónimo dijo...

Yo también quedé triste al leer el post :( y a pesar de haberlo leído hace ya varios días, es hasta ahora que me atrevo a dejarte un comentario...

Yo si puedo decirte quién soy ... 0.0jejeje naa es joda amigo :) no poseo los elementos ni la magia del amigo anónimo jajaja pero al igual que él se que eres una persona maravillosa que un día nos deleitará también con algo alegre en esta parte de su mundo.
Un abrazote fuerte para ti!!!

P.D. Ya tengo muchos colores en las alas :)... besitos!