Permíteme que te ame
y que deslice mis dedos por tu espalda,
envueltos en el susurro
de mil palabras inconclusas.
Permíteme beberme tus besos
y contar en los surcos de tu mano
los relámpagos del deseo
para quemar muy despacio a la soledad.
Permíteme descansar a tu lado
y cubrir tu desnudez con mi calor
bajo la oscuridad
de una noche de destierro.
Permíteme decirte te quiero...
VII mar. 96.
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