viernes, 14 de marzo de 2008

PARTE 6 DE ALGO...

La música retumbaba por todo el lugar. La gente era feliz o aparentaba serlo. Bebían, reían, bailaban; los cuerpos húmedos de sudor se restregaban unos con otros, algunos sin camisa dejaban ver sus esculturales cuerpos. El juego de luces te transportaba a otra dimensión. Mucha gente consumía éxtasis u otra droga en “pepas”. Casi nadie fumaba, solo alguno que otro solitario en un rincón. Lorenzo estaba sentado solo en una mesa en un rincón, fumando. Esperaba que Tobías regresara de dar una vuelta de inspección por el lugar. Algún tipo pasaba y le sonreía, o le guiñaba el ojo. Bellos tipos, pero en ese momento él solo tenía ojos para Tobías. Se sentía feliz, lleno de energía y en un momento ya no escuchó la música, solo el bum-bum-bum en su pecho. Ahora la gente en la pista de baile se movía en cámara lenta. Miró el reloj. Había pasado una hora media allí sentado. Se levantó y fue en busca de Tobías. En el camino se tropezó con una puerta azul oscuro, por la que entraban y salían hombres, y la curiosidad lo tentó. Entró. Era el cuarto oscuro: la luz era tenue, las paredes azules oscuro, el piso negro brillante con lamparitas empotradas en el. Era un pasillo que zigzagueaba a manera de laberinto, con pequeños cuartos, casi totalmente oscuros, que se iban abriendo a los lados. Los gemidos se mezclaban con la música, los cuerpos casi desnudos, sudados y excitados cruzaban el pasillo de un cuarto a otro. Lorenzo caminaba disfrutando el roce de las manos que se deslizaban por sus brazos, sus nalgas, su pecho. Su pene comenzó a levantarse y si darse cuenta ya tenía una fuerte erección que se marcaba claramente en su ajustado pantalón. Se sentía flotar, sujetado por esas miles de manos que lo agarraban. Repentinamente ya se encontraba en uno de los cuartos. La luz era escasa, el piso estaba cubierto por pantalones, camisas, zapatos, franelas, cinturones, interiores. Varios cuerpos desnudos se amontonaban en un rincón, unos ocho. Todos se besaban y tocaban, y su piel húmeda de sudor brillaba en la tenue luz. Gemían, algunos dejaban escapar alguna risita. Al acercarse pudo ver a un chico doblado hacia delante, apoyando sus manos en sus rodillas, mientras otro lo arremetía con fuerza por detrás. Hermosas nalgas, firmes, cubiertas apenas por un vello dorado. Los otros se masturbaban alrededor de ellos, unos se besaban, otro parado al frente del chico penetrado metía su gruesa verga en la boca de este. En un momento en que pudo dejar escapar la verga de su boca giro su cabeza sobre su hombro y miró a Lorenzo.

Decidió salir temprano del trabajo ese día, total, no había mucho que hacer y era viernes. Se sentía lleno de vida, hinchado de felicidad. Dentro de dos días él y Beto cumplirían dos años de estar juntos. Ese día no se sentía incomodo por la gente en el metro, tampoco se dio mala vida porque las escaleras eléctricas de la estación Altamira siguieran sin funcionar. Se dio una vueltecita por el súper a comprar una botella de vino y unas flores. Habían sido los dos mejores años de su vida y de seguro serian muchos más, hasta que estuviesen viejitos. Beto era su mundo, su vida. El ascensor se detuvo en el piso ocho, el penthouse; y abrió las puertas. Salió, caminó por el pasillo, llegó al número 8-B, metió la llave en la cerradura y le pareció extraño que el seguro no estuviese puesto, Beto no salía del trabajo hasta las cuatro. Entró en el apartamento y todo estaba en silencio. Dejo la botella y las flores en la cocina y fue a la habitación. La puerta estaba cerrada. Se oía un leve susurro dentro. Se lleno de valor, pensando que tal vez un ladrón había entrado, y abrió la puerta de golpe. Hay veces en que el mundo se te cae a pedazos en tan solo un segundo, en que te sientes como en una historieta japonesa, tipo Candy, en donde los momentos duros del personaje están acompañados por acciones que quedan suspendidas en el aire y fondos de rojo y negro vibrantes. Así quedó Lorenzo cuando abrió la puerta de sopetón y encontró a Beto en la cama con un pendejo hijo de puta. Parecía que todo se oscurecía a su alredor y solo quedaba iluminada la escena del maldito cogiéndose al amor de su vida, con su cara desencajada por el placer producido en el momento culminante del acto sexual. Así terminaron esos esplendorosos dos años, con una botella de vino tinto que nadie se bebió, unas flores marchitas en el pote de la cocina, una celebración que nunca se llevó a cabo, maldiciones, coños de madrazos, explicaciones fallidas, gritos, alguna cosa rota y un adiós para siempre. Los detalles que siguieron este momento ya no valen la pena recordarlos. Ambos se mudarían, ninguno se quedó con nada, solo con lo meramente personal; y no volverían a verse nunca más.

3 comentarios:

Édgard Fuentes dijo...

Pues ya lo empiezo a leer...Sí o sí!!!..... Gracias amigo por alimentarnos el intelecto!!! Édgard.

Monchis dijo...

Hola Haldar,

El amor es solo una ilusión que requiere de mucha entereza y esfuerzo para mantenerla, pero que se puede ir a pique como un castillo de naipes en cualquier momento.

Saludos,

Anónimo dijo...

Había leído a Monchis responderle a Haldar…

Y quise entrometerme… o quizás, agregar….

Ciertamente que el amor es frágil en ese sentido, en el de los naipes. La más débil de las brisas malvadas lo puede destruir… si tiene eso de ilusión y hay que hacer un esfuerzo verdadero para mantenerla…

Palabras ciertas Monchis… palabras ciertas…

Pero el amor son muchas otras cosas más… y es aquí donde me gustaría intervenir.

El amor es el resultado de varios elementos juntos… la atracción, la confianza, el respeto y la admiración.

No sabría dar cuenta del orden de los elementos, pero si aplicamos las matemáticas… el orden de los factores no altera el producto, ¿no?

Bueno, pero no quiero alejarme mucho de lo que quiero escribir… y además los números nunca fueron mi fuerte.

En el amor debe existir ese equilibrio entre los cuatro elementos y es tan complicado que el equilibrio individual hace evidente el equilibrio de las dos personas que se aman…

Cuando los elementos pierden esa frágil característica, se vienen a pique… como diría Monchis, se derrumba el castillo de naipes.

¿Es posible salvarlo? Pues no sé… no me creo capaz de una respuesta parecida… pero si estoy seguro que es difícil mantenerlo.

Admiras a quien amas… te atrae y la/lo deseas… respetas sus espacios… y confías ciegamente en sus procederes…

El amor si que es frágil, ¿no? Pero sobre todo, matemático.