Ambos tenían 21 años, estaban por terminar su carrera universitaria en apenas seis meses. Se graduarían el mismo día y comenzarían a trabajar. Fuero los dos años más felices en la vida de Lorenzo. Había conocido a Beto, su ángel de la guarda y el hombre más bello sobre la tierra. “Tu eres un bello reversible, bello tanto por dentro como por fuera”, siempre le decía. “Tu también Lolo”, respondía Beto. Con Beto descubrió su sexualidad. Descubrió cuanto le encantaba un buen culo y Beto tenia el mejor. Aprendió de Beto las artes “amatorias”, en las cuales este aprecia un experto. Aprendió como mover la lengua cuando se mamaba un pene o disfrutar cuando lo recibía. Aprendió a explorar el cuerpo masculino con sus manos y provocar placer solo con caricias. No hubo un solo milímetro de la piel de Beto que el no explorara con sus manos, ni un solo “agujero” donde no metiera su lengua. Beto tenía un cuerpo perfecto; parecía esculpido por Fidias. Cada músculo marcado sin llegar a la exageración, una altura perfecta de un metro setenta y nueve. Su cuerpo blanco cubierto por un ligero vello dorado, tan dorado como su cabello. Pecas en los hombros y un bonito ombligo. Manos y pies hermosos y lo mejor de todo, unas nalgas perfectas, duras, redondas y lisas, las cuales guardaban un tesoro pequeño y rosado en su interior. Tesoro que Lorenzo no dejaba de disfrutar, fuese con su lengua, devorándolo como si se tratara de un Ferrero Rocher, o con su pene.
Fueron dos años de gloria para ambos. Para los dos esta fue su primera relación, en la cual se involucraba tanto lo físico como lo sentimental (aunque esta última parte llego a ganar el lugar más importante). Al ser tan diferentes se complementaban: Beto era rubio, y Lorenzo moreno. Beto provenía de una buena familia caraqueña con apellidos largos e impronunciables y mucho dinero. Beto, en cambio, provenía de la casa de su abuela y del internado en los Andes y con solo dos apellidos comunes como cualquier mortal. Ninguno tenía ojos para otro, solo para ellos. La palabra “fidelidad” había sido “tatuada” en sus cerebros y en sus penes. Pero como todo en este mundo de mierda tiende a terminar, por aquella estupidez de que todo es un ciclo que se empieza y se termina, la relación Beto-Lolo llego a su fin después de dos maravillosos años.
3 comentarios:
¡¡Aquí sigo, al pie de la historia!!
Un abrazo,
¡Feliz día del amor y la amista Don Haldar! ...Y déjese de andar cambiando tanto su foto, que después uno empieza a enamorarse solo y se jode el contubernio intelectual... :oP
¡Un abrazote!
Eres malo, muuuuuuy malo...
En lugar de quedarte tranquilito, vienes y pones esa foto con sonrisa encantadora, miradita tieZna y hombros descubiertos...
Ya de apreciación objetiva "el hombre está interesante", la cosa pasó a sentir cierta cosquillita por debajo de la cintura...
No respondo...
¡Abrazote Haldar!
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