sábado, 26 de abril de 2008

EL ENMASCARADO ANÓNIMO (IV)

IV

Iba tan sumergido en esos buenos recuerdos que casi no me doy cuenta del precipicio que estaba al frente y si no es porque Tomás me agarró de la ruana hubiese caído al vacío. Era como un profundo cañón excavado en la roca y en el fondo, a quien sabe cuantos cientos de metros, se podía ver un río. El bosque estaba del otro lado y no veía un puente por donde cruzar. Mis ilusiones por ver los duendes desaparecieron. Era totalmente imposible llegar al otro lado.

-Bueno, tendremos que saltar- dijo Tomas mientras corría en dirección opuesta al desfiladero. –Solo tiene que hacer lo que yo haga
-¿Qué? Nos vamos a matar…

No había terminado de hablar cuando Tomas ya corría a toda velocidad rumbo a la muerte. Me quedé petrificado, no sabía que hacer. Unos pasos antes de llegar al borde, levantó sus brazos a los lados como si fuese a volar y….voló!. No lo podía creer, estaba volando sobre el precipicio. Parecía no tener peso alguno, era ligero como un ave. Tenía los ojos cerrados y una gran sonrisa de placer, de seguro no era la primera vez que lo hacía. Me quedé pasmado, con la boca y los ojos bien abiertos, sin poder moverme. Aquello era totalmente imposible, iba en contra de todas las leyes de la naturaleza, por lo menos en contra de todo lo que había aprendido de los programas de National Geographic. ¿Sería que en ese lugar había alguna anomalía con la gravedad terrestre? ¿Era Tomás un extraterrestre?, y así mil preguntas más daban vuelta en mi cabeza tratando de buscar una respuesta lógica. Y en medio de ese auto cuestionario vi como él “aterrizaba” en el otro lado.

-¡Es su turno!- Gritó
-¡No puedo hacerlo, es imposible!- respondí desde el borde mientras empujaba un piedra con mi pie y veía como se perdía en el fondo, chocando con los bordes rocosos del precipicio.
-¡Aquí todo es posible, ya verá! ¡Inténtelo! ¡Es el Enmascarado Anónimo!
-Bueno- Murmuré. –Si, soy el Enmascarado Anónimo.

Caminé hasta una distancia en la que creía que podía tomar bastante impulso para saltar. Mi corazón iba a salírseme del pecho y a pesar del frío, estaba sudando. Además tenía el morral, no lo podía dejar porque tenía las arepas para los duendes y mi cámara y no lo podía cargar porque sumaría peso a mi cuerpo, aunque realmente yo no pesaba mucho. Decidí dejarlo. Me puse un par de arepas en los bolsillos del pantalón y dejé el resto debajo de un arbusto. Miré al otro lado y vi como la neblina salía del bosque y se deslizaba suavemente al ras del suelo, hasta llegar a los pies de Tomás para luego caer como una cascada hacia el fondo. Respiré tan profundo como pude, cerré los ojos y emprendí mi carrera hacia el borde.

Cuado abrí los ojos me encontraba caminando dentro del bosque. Lo había logrado, pero ¿cómo? Eso quizás no importaba, ya estaba allí. Tomás iba caminando unos pasos adelante de mi. El bosque era hermoso: enormes árboles, helechos gigantes, flores de muchos colores, y una tenue luz verde se filtraba por todas partes. Ya no hacia frío, tampoco calor. No se escuchaba más que nuestros pasos sobre las hojas secas. La neblina había desaparecido. Aceleré el paso hasta alcanzar a Tomás.

-¿Cuánto tiempo llevamos caminando?
-Jejejeje, largo rato.
-¿Cuánto?
-Unas tres horas, creo, no se, no estoy seguro. Aquí el tiempo no es importante.
-¿Tanto?, debo volver a casa a las…- Mi reloj había desaparecido.
-No se preocupe, llegará a tiempo para cenar con su abuela.

Debía confiar en él, no tenia alternativa. Metí mis manos en los bolsillos y las arepas seguían allí, algo desechas, y la estampita de la Virgen también. No sabía rezar ni el padre nuestro. Realmente no era muy religioso aunque tenía mis creencias. Mis padres jamás iban a misa, mi papá era chef y mamá decoradora de interiores, vaya mezcla. Él siempre preocupado por la armonía y estética culinaria, ella por lo de lo cotidiano. Mi hermana, por su novio. Vaya suerte la mía, haber nacido en una familia sin creencias en lo divino. De seguro esa estampita se la compró mi mamá a alguna niña de la calle mientras esperaba en el tráfico de la avenida Francisco de Miranda, para que la dejara en paz. Y yo creyendo en duendes, hadas, extraterrestres, vírgenes, dragones, milagros, agujeros negros y hasta en Dios. Total, apreté fuertemente a la Virgen y le pedí que me cuidara. Y sin darme cuenta, absorto en mis pensamientos como siempre, llegamos a un claro en el bosque. Estaba oscureciendo.

5 comentarios:

Diego Flannery dijo...

Cuando la imaginación vuela...nosotros podemos volar con ella, como Tomás y El Enmascarado Anónimo. Ya estamos en el claro del bosque y está oscureciendo ¿de qué oscuridad hablamos? ¿de aquella qué permite iluminar nuestro camino?

Mi vida en 20 kg. dijo...

Que bello, se puede leer solo o todas las entradas y es igual de bello...como dicen "todo esta en uno, en creer"
Saludos

Fabián Aimar (faBio) dijo...

Me encanta el realismo mágico de tu post. Buena entrada amigo, un placer
un abrazo

Monchis dijo...

sigue muy bien la cosa.

Estará pendiente.

Saludos,

Anónimo dijo...

Hola Haldar!!! ya sabes que estaba un tanto perdida, mucho trabajo (algo que en estos momentos forma parte del realismo mágico en esta nuestra bella ciudad jeje) pero llegué y me he leído lo que me faltaba del enmascarado. Como siempre subyugante tu manera de escribir, quiero más jajaja.

Un fuerte abrazo y besos!