sábado, 22 de marzo de 2008

PARTE 6.1 DE ALGO Y FINAL...


Dejó la camisa con la sangre seca sobre el suelo del baño y se metió a la ducha. El agua caliente empezó a llenarlo todo de vapor mientras corría sobre su cuerpo. Se quedó quieto bajo el chorro de agua, sin moverse, con los ojos cerrados. Repentinamente vino a su mente la imagen de la cara de Tobías. Este lo miraba desde la oscuridad, inclinado hacia delante mientras otro cuerpo tan perfecto como el de él lo penetraba y ocho hombres más dejaban chorrear su semen sobre su cuerpo: sus nalgas, su espalda, sus hombros y su cara. Lorenzo no podía moverse, estaba petrificado viendo la cara de placer de Tobías. Todo eso le parecía un sueño, no era verdad, no podía ser. El hombre que lo penetraba llegó al orgasmo y un fuerte alarido de gozo regresó a Lorenzo a la realidad. Corrió sobre sus pasos, empujando a todos por el pasillo. Salio a la disco y la música estridente lo aturdió. Luego de unos minutos pudo orientarse y encontrar la salida. Ya en la calle sintió el aire fresco y puro llenar sus pulmones y gritar fuertemente. Ya amanecía, eran las seis de la mañana. Estaba lleno de rabia, de dolor, decepción. No podía creer que esto le pasara a él. Maldecía al cielo. Camino un rato sin rumbo. Tomó un taxi y le pidió al conductor que lo llevara a la avenida Baralt. El “Gato Rojo” estaba cerrado y su carro continuaba estacionado afuera. Se subió y manejo a su casa. Condujo por la avenida Libertador en dirección a Chacao. Siempre le gusto esta avenida los domingos temprano cuando no había casi nadie circulando por ella. A medida que se acercaba al edificio donde vivía pudo ver un mercedes rojo estacionado afuera, en la entrada. Era el carro de “Chulo” pero no había nadie adentro.. Recordó que no lo había esperado para entregarle la “mercancía”. Se imagino que estaría bien molesto y que se pondría violento. Mientras estacionaba pensaba en alguna excusa para poder calmarlo. Se acercó a la entrada del edificio pero no vio a nadie. Era extraño, tampoco el vigilante estaba en su caseta. Tal vez “Chulo” se había ido a dar una vuelta a pie dando tiempo a que él apareciera. Pero cuando las puertas del ascensor se abrieron, “Chulo” estaba esperándolo sentado en las escaleras. ¿Cómo pudo entrar?, de seguro uso algunas de sus artimañas y convenció al guardia para que lo dejara pasar. “Chulo” se levanto rápidamente y lo empujo contra la reja de su apartamento.

-Mira mariconsito, te estuve esperando buen rato. ¿Dónde estabas? Quiero lo que me debes- le dijo con voz molesta, pero sin gritarle. Sus ojos estaban rojos, lo que indicaba que estaba drogado.
-Tranquilo, tranquilo. Discúlpame pana, pero es que se me presentó algo y bueno, ya tú sabes como esto. Pero no te preocupes que tengo tu mercancía. Mira, acá mismo la traigo-. Se metió la mano en el bolsillo del pantalón y saco dos pequeños paquetes: uno de marihuana y otro de coca. “Chulo” se los arrebató de la mano.
-De seguro te tiraste un buen culo, ¿verdad?. Pero ninguno como el mío, ese si te gusta- “Chulo” sonreía mientras guardaba los paquetitos en sus bolsillos.

Realmente que “Chulo” tenia unas nalgas espectaculares y un culo riquísimo, pero por mucho que le gustaran Lorenzo sabia que tener sexo con él era arriesgado, mas si estaba drogado. Pero esa mañana estaba lleno de rabia y por su mente paso la idea de acostarse con “Chulo”. Pensó que podría ser una manera de vengarse de Tobías.

-Bueno, realmente la noche fue una pérdida de tiempo. Pero no importa si tengo al mejor culo de toda Caracas acá frente a mí. ¿Qué dices? ¿Te gustaría que pasáramos un rato juntos?- Abrió la puerta e invito a “Chulo” a que pasara.

Una vez cerrada la puerta empezaron a besarse con furia. Lorenzo apretaba las nalgas de “Chulo” con sus manos mientras este le mordía los labios y le besaba el cuello. Lorenzo comenzó a quitarle la camisa y a besarle el pecho. “Chulo” jadeaba como un animal furioso. Sentía que la erección ya no cabía en su pantalón y comenzó a soltarse el cinturón. En medio del placer rabioso le mordió con fuerza la tetilla derecha a “Chulo” y este lo empujó con fuerza, haciendo que Lorenzo cayera al suelo golpeándose la espalda con la mesita de la sala.

-¿Qué carajo te pasa maricón?- Le grito “Chulo”.
-¿Qué te pasa a ti? Mira drogómano de mierda, ya no quiero hacer nada, así que vete- Le grito también mientras se levantaba.
-¿Qué me vaya? No papito, estas equivocado, tú me vas echar una buena cogida. Primero te desapareces con mi mercancía y luego crees que no ha pasado nada. No mariconsito, así que levántate y camina al cuarto.

Caminó al cuarto pensando que tal vez lograría calmarlo y hacer que se fuera. Sabía que “Chulo” estaba drogado y no tendría escapatoria si hacia que se pusiera mas molesto. No era la primera vez que se golpeaban e insultaban, pero siempre terminaba mal, incluso una vez había terminado en el hospital. Recordó el día en que se conocieron. Fue en una discoteca. Esa vez le pareció que Jorge (ahora “Chulo”) era un chico normal, agradable, para nada feo. Tuvieron sexo ese mismo día. Había sido algo nuevo para Lorenzo ya que jamás había tenido sexo después de haber fumado marihuana. Nunca mantuvieron una relación de pareja, solo fueron encuentros. Encuentros para tener sexo y consumir algo de hierba. Pero con el tiempo Jorge había conocido a otra gente que estaba más metida con drogas fuertes y no pudo resistirse a la tentación. Eso hizo que Jorge se fuese involucrando más con ese mundo. Al principio a Lorenzo no le molestaba que este experimentara, total, no existía un compromiso. Él solo se limitaba a fumar hierba de vez en cuando. Pero con el tiempo los encuentros se fueron haciendo más escasos, viéndose apenas un par de veces al mes. En esos momentos Jorge ya aparecía en su apartamento bien drogado. Intentó hablar con él varias veces pero fue en vano, Jorge se había vuelto dependiente. A pesar de todo siempre el sexo fue bueno, aunque a veces estaba cargado de algo de violencia. Pero hacia ya un par de meses que las cosas se habían vuelto peor. Los momentos de sexo se habían transformado en momento de peleas. Cada vez mas los insultos y los golpes estaban a la orden del día. Jorge empezó a exigirle que le facilitara drogas ya que sus vendedores ya no querían venderle nada. Como podía trataba de conseguírsela, aunque no sabia porque lo hacia. Pero después de la pelea en la que terminó en el hospital, se había prometido que mas nunca volvería a verlo, pero no pudo cumplir su promesa y una vez más estaba allí, enfrentando esa situación que no quería vivir y de la que no sabía como escapar. Tenia que pensar rápido, buscar alguna excusa para poder salir del apartamento y buscar ayuda.

-Mira Jorge, porque no te acuestas y te relajas mientras voy a la cocina por algo de beber- le dijo con voz entrecortada mientras trataba de acercarlo a la cama para dejar la vía libre hacia la puerta del cuarto.
-¿Tu crees que soy pendejo, mariconsito? Yo se lo que estas tramando, te conozco bien, ese es tu mayor defecto: ser tan transparente. No, que va, no te vas a salir con la tuya, mariconsito…, hoy no sales de esta- Se río y lo golpeo en la cara.
Lorenzo cayó por segunda vez al suelo pero se levantó de un salto y le propinó un codazo a Jorge en la nariz. Sonó como si algo se rompiera en pedazos. La sangre corrió manchando la camisa de Jorge y la alfombra del cuarto. Lorenzo no podía salir de la sorpresa de que fue capaz de golpearlo y en medio de esa sorpresa no vio venir el contraataque de Jorge.

Cerró la llave y se quedó parado allí un momento, en medio del vapor, escuchando como las gotas de agua se escurrían por su cuerpo hasta al suelo de la ducha. De repente un miedo invadió su cuerpo. Abrió las puertas de la ducha y corrió mojado y desnudo a la habitación. Al llegar a la puerta se paralizó. No podía respirar. No sentía sus piernas y creyó que se caería. Entonces pudo ver su propio cuerpo tendido en el suelo, boca arriba, con su camisa blanca cubierta de sangre púrpura. Sus ojos estaban abiertos, con una mirada ciega clavada en el techo y sus brazos extendidos a los lados. Jorge le había clavado varias veces una navaja que sacó del bolsillo de atrás de su pantalón. Él no vio venir el ataque, todo fue tan rápido que no sintió nada. Y ahora comprendía todo, el culo más rico de la ciudad le había arrebatado de este mundo. Jorge, ese ser del que no sabía casi nada, del que no conocía su pasado, con el que solo compartió sexo y drogas por algunos meses, se había convertido en su verdugo. Había logrado sobrevivir el internado, logró reponerse de la traición de Beto, logró también salir adelante en los momentos de soledad en los que parecía que iba a ahogarse, esos momentos en los que se había dejado llevar por senderos retorcidos, incluso sabia que podía reponerse de lo de Tobías, pero ya todo se había terminado. Ya no había vuelta atrás. El tiempo se le había terminado. Entonces, parado allí, en la puerta de su habitación, vestido con su camisa impecablemente blanca y sus jeans Diesel, descalzo, lloró por última vez.

martes, 18 de marzo de 2008

Cadáver inconcluso

Allí está el techo, con sus miles formas perdidas que solo yo veo. No hace calor o frío, o alguna brisa roza mi frente húmeda. No hay nadie, solo yo, inmóvil con la espalda contra el piso. Se siente diferente, es como vértigo pero sin caer a ninguna parte. Giro mi cabeza y veo la puerta azul un poco abierta pero no recuerdo si siempre fue de ese color o yo alguna vez la pinté. Creo que no hay nadie al otro lado, estoy solo. El techo sigue allí, impávido, viéndome desde su altura intocable. Giro la cabeza hacia el otro lado. La ventana está abierta y la brisa hace ondear las cortinas. Puedo ver el cielo azul asomándose entre ellas. Ese cielo ha permanecido siempre allí, desde el día en que nací. Lo recuerdo bien, era esta misma habitación, solo que ahora se ve mas pequeña. Mi madre gritaba, estaba sudada, pujaba y yo me negaba a salir de su vientre. ¡No mamá, no quiero salir, déjame acá dentro!, le gritaba, pero aun así fui expulsado a un mundo de luz enceguecedora. Mi abuela me recibió, me cubrió con una manta vieja, no se era gris o fue blanca alguna vez. Cuando me colocó al lado de mi madre, esta ya no respiraba. Había muerto el día de mi nacimiento. Escucho el ruido de la calle que se cuela por la ventana abierta. Ahora una nube ha manchado el azul del cielo. El techo sigue allí, pero ya no veo las formas de antes, ahora es completamente liso como un papel. Junto a la puerta azul esta la mesa de noche y sobre ella una foto. Hay alguien en la foto, pero no recuerdo quien es. Se que puedo recordar. Ya se: es Ramiro. Hace cuanto te fuiste Ramiro y me dejaste acá solo, solo con todo. ¿Un año? ¿Dos? Creo que son ya cinco. Sabes, nunca te pude olvidar, nunca me pude recobrar de tu ausencia, jamás pude extraerte de mi piel. Maldito el día (o mejor dicho la noche) en que saliste a comprar unas hamburguesas y nunca regresaste. Bueno, si regresaste, pero como un gran ventarrón. La policía nunca supo quien te dejó tirado allí, bajo la lluvia de abril, aquella noche en que te fuiste. Ya no siento el piso en mi espalda, de seguro ya se cansó de sostenerme y se fue. Todos se van, hasta el piso. Mi abuela me crió, me envió a la escuela y hasta a la universidad. La pobre, trabajar tanto para que yo fuera un hombre de bien, para que siguiera el camino que siguen todos, para que le diera unos bisnietos, lo siento abuela, soy gay. Menos mal que también te fuiste antes que te lo dijera, no creo que hubiese soportado ser tu asesino. La puerta azul sigue entreabierta. Ahora siento que el piso es tibio y húmedo. Giro la cabeza un poco más y puedo ver que estoy suspendido en un lago rojo que se expande poco a poco a mí alrededor. ¿Qué haces sentada en la cama, abuela? ¿Aún sigues llenando los bolsillos de tu vestido con caramelos? Hace ya bastante tiempo, cuando tenía unos cinco años, metía las manos en tus bolsillos para robarte algún caramelo. Sabes, extraño tus caramelos. Cuando ya tienes casi treinta, los caramelos ya no saben a magia, solo a azúcar. No te hubiese caído bien Ramiro, era de esos países del lejano oriente, con piel canela y ojos esmeralda. Pero no por sus ojos o su piel que hacia alto contraste con la blancura de la mía, si no por que no era católico. Tú y tu Dios, que no aceptaban que el mundo también es diferente y que tiene cabida para otros dioses, incluso para el de Ramiro. Pero nunca lo conociste. ¿Quieres saber como era?. Te cuento, solo quédate sentada allí en la cama. Era la persona más espectacular del mundo. Nadie me había amado tanto como él (si, se que tu me amaste, pero esto es diferente). No solo sus ojos esmeralda, o sus blancos dientes o sus carnosos labios o su velludo pecho o sus grandes manos o sus fuertes piernas o sus nalgas rígidas, no, era algo más, más profundo. El techo ya no está, ni la ventana colgada del cielo azul o la puerta entreabierta. Pero tú sigues allí, sentada esperándome. Ramiro, fueron cinco años de dura soledad. Tener que enfrentar el mundo uno solo no es cosa grata, se hace cuesta arriba, llegar y no tener con quien hablar, a quien contarle como fue el día o a quien escribirle un poema o a quien tocar en la noche mientras duermes para sentirte protegido. Si Ramiro, y aprovecho que estas parado junto a la mesa con la foto para decírtelo: maldigo la noche en que te fuiste. ¿Por qué no me esperaste? ¿Por qué no viniste a buscarme?. ¿Que yo no podía ir? Pero esa no era tu decisión, era la mía. Pero no importa, ya la tomé, ya decidí irme yo también. Adiós abuela, ahora si es para siempre, ya puedes irte con tus caramelos en los bolsillos, hace algún tiempo los deje de comer por la diabetes prematura. Por eso no podía sentir mi pierna derecha, me la quitaron hace un año, la pierna también se fue. Tal vez por demasiada azúcar en mi infancia. Pero hoy le gané a la enfermedad, pero ya no quiero tus caramelos. Adiós Ramiro, nunca puede olvidar tus pies junto a los míos bajo las sábanas mientras dormíamos. A diferencia de los caramelos, tus pies adorados nada tienen que ver con la diabetes, pero si con mi tristeza. Y no solo tus pies, todo tú. Y por esa enfermedad de ti es que ahora estoy acá, acostado sobre mi espalda húmeda con mi sangre que no deja de huir como un río, sobre este piso que ya no quiere sostenerme más y bajo esta manta blanca que me cubre y la que confundí con el techo y la maleta azul de la desfibriladora con la puerta.

viernes, 14 de marzo de 2008

S/T

La inconstante noche
arrulla mis pensamientos
sobre el tejado húmedo
de una casa.


XXX jul. 88.

PARTE 6 DE ALGO...

La música retumbaba por todo el lugar. La gente era feliz o aparentaba serlo. Bebían, reían, bailaban; los cuerpos húmedos de sudor se restregaban unos con otros, algunos sin camisa dejaban ver sus esculturales cuerpos. El juego de luces te transportaba a otra dimensión. Mucha gente consumía éxtasis u otra droga en “pepas”. Casi nadie fumaba, solo alguno que otro solitario en un rincón. Lorenzo estaba sentado solo en una mesa en un rincón, fumando. Esperaba que Tobías regresara de dar una vuelta de inspección por el lugar. Algún tipo pasaba y le sonreía, o le guiñaba el ojo. Bellos tipos, pero en ese momento él solo tenía ojos para Tobías. Se sentía feliz, lleno de energía y en un momento ya no escuchó la música, solo el bum-bum-bum en su pecho. Ahora la gente en la pista de baile se movía en cámara lenta. Miró el reloj. Había pasado una hora media allí sentado. Se levantó y fue en busca de Tobías. En el camino se tropezó con una puerta azul oscuro, por la que entraban y salían hombres, y la curiosidad lo tentó. Entró. Era el cuarto oscuro: la luz era tenue, las paredes azules oscuro, el piso negro brillante con lamparitas empotradas en el. Era un pasillo que zigzagueaba a manera de laberinto, con pequeños cuartos, casi totalmente oscuros, que se iban abriendo a los lados. Los gemidos se mezclaban con la música, los cuerpos casi desnudos, sudados y excitados cruzaban el pasillo de un cuarto a otro. Lorenzo caminaba disfrutando el roce de las manos que se deslizaban por sus brazos, sus nalgas, su pecho. Su pene comenzó a levantarse y si darse cuenta ya tenía una fuerte erección que se marcaba claramente en su ajustado pantalón. Se sentía flotar, sujetado por esas miles de manos que lo agarraban. Repentinamente ya se encontraba en uno de los cuartos. La luz era escasa, el piso estaba cubierto por pantalones, camisas, zapatos, franelas, cinturones, interiores. Varios cuerpos desnudos se amontonaban en un rincón, unos ocho. Todos se besaban y tocaban, y su piel húmeda de sudor brillaba en la tenue luz. Gemían, algunos dejaban escapar alguna risita. Al acercarse pudo ver a un chico doblado hacia delante, apoyando sus manos en sus rodillas, mientras otro lo arremetía con fuerza por detrás. Hermosas nalgas, firmes, cubiertas apenas por un vello dorado. Los otros se masturbaban alrededor de ellos, unos se besaban, otro parado al frente del chico penetrado metía su gruesa verga en la boca de este. En un momento en que pudo dejar escapar la verga de su boca giro su cabeza sobre su hombro y miró a Lorenzo.

Decidió salir temprano del trabajo ese día, total, no había mucho que hacer y era viernes. Se sentía lleno de vida, hinchado de felicidad. Dentro de dos días él y Beto cumplirían dos años de estar juntos. Ese día no se sentía incomodo por la gente en el metro, tampoco se dio mala vida porque las escaleras eléctricas de la estación Altamira siguieran sin funcionar. Se dio una vueltecita por el súper a comprar una botella de vino y unas flores. Habían sido los dos mejores años de su vida y de seguro serian muchos más, hasta que estuviesen viejitos. Beto era su mundo, su vida. El ascensor se detuvo en el piso ocho, el penthouse; y abrió las puertas. Salió, caminó por el pasillo, llegó al número 8-B, metió la llave en la cerradura y le pareció extraño que el seguro no estuviese puesto, Beto no salía del trabajo hasta las cuatro. Entró en el apartamento y todo estaba en silencio. Dejo la botella y las flores en la cocina y fue a la habitación. La puerta estaba cerrada. Se oía un leve susurro dentro. Se lleno de valor, pensando que tal vez un ladrón había entrado, y abrió la puerta de golpe. Hay veces en que el mundo se te cae a pedazos en tan solo un segundo, en que te sientes como en una historieta japonesa, tipo Candy, en donde los momentos duros del personaje están acompañados por acciones que quedan suspendidas en el aire y fondos de rojo y negro vibrantes. Así quedó Lorenzo cuando abrió la puerta de sopetón y encontró a Beto en la cama con un pendejo hijo de puta. Parecía que todo se oscurecía a su alredor y solo quedaba iluminada la escena del maldito cogiéndose al amor de su vida, con su cara desencajada por el placer producido en el momento culminante del acto sexual. Así terminaron esos esplendorosos dos años, con una botella de vino tinto que nadie se bebió, unas flores marchitas en el pote de la cocina, una celebración que nunca se llevó a cabo, maldiciones, coños de madrazos, explicaciones fallidas, gritos, alguna cosa rota y un adiós para siempre. Los detalles que siguieron este momento ya no valen la pena recordarlos. Ambos se mudarían, ninguno se quedó con nada, solo con lo meramente personal; y no volverían a verse nunca más.

lunes, 10 de marzo de 2008

Lejana



Allá estás, tan lejana e intangible,
tan llena de gente, de tráfico, de basura, de políticos.
Allá estás con tus más de cuatrocientos años,
con un pasado histórico y un fituro incierto.
Allá sigues resguardada por una montaña amigable,
llena de amaneceres y atardeceres.
Allá juegas a la vida y a la muerte,
en incansable lucha por el bien.
Allá contigo estan mis amigos,
mis recuerdos,
mi cielo azul,
mi sabor latino,
mis sabores y olores,
mis vitrinas,
mi gente amable...

Allá estás Caracas

Aquí te extraño.

domingo, 9 de marzo de 2008

Jamaica...

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Paprika

Para los que gustan del cine de animación, o simplemente Anime, le recomiendo esta peli que tuve la dicha de ver en estos días: Páprika (2006), del director japonés Satoshi Kon, ganadora de 3 premios internacionales. Aparte de su excelente y vertiginosa historia vale la pena resaltar la explosión de imágenes animadas que lo atrapan hasta el final de la película. Acá le dejo una miradita a ver si se entusiasman:



asi que me compre un ipod
pensando en varias cosas esta manana
ewjqffvnjkqsdvnkq http://www.eluniversal.com

viernes, 7 de marzo de 2008

ALGUN PENSAMIENTO...

Son las cuatro y algo acá en esta Jamaica del fin del mundo y estoy sentado en la oficina de un viernes por la tarde, sin mucho que hacer (mejor dicho, sin hacer nada de trabajo). Me dedico a pasear por Internet, buscando no se que cosa, algo que no sea política ni rollos mundiales. Reviso mi blog pa’ ver si a alguien se le ocurrió pasar por allí y dejar dicho algo. Paseo por otros blogs, conocidos, nuevos, en fin. Y leyendo todo lo que los blogeros escribimos allí (me incluyo), unos más que otros, me preguntaba acerca de las personas detrás de las palabras. Esos seres de carne y hueso que nos muestran sus sentimientos, ideas, puntos de vista respecto a la vida a través del verbo. Cómo son físicamente? Qué hacen? Como es su vida real? Es extraño pensar en eso. Yo soy un nuevo en esto de los blogs (un par de meses creo, o tres?) y al igual que todos los demás, siento una pasión por las letras, por escribir, por leer (y ser leído), y disfruto haciéndolo (aunque no tengo el tiempo para hacerlo con la frecuencia que deseo). Y es realmente un mundo extraño. No es el Messenger, o el email, es algo que va más allá. Es un mundo lleno de fantasías, verdades, sentimientos, historias…, pero siempre me queda la intriga de saber como es quien se encuentra tras las palabras. Es como leer un libro en tiempo real, donde las historias a veces aun están calientes y puedes sentir incluso al autor detrás de la pantalla del computador. Trato de imaginar las caras. Yo realmente soy muy visual y puede que eso me lleve a lo otro. Pero es imposible no quedar atrapado aquí. Poder leer todas esas historias, algunas de ficción, otras no tanto, de gente lejana que logra hacerse cercana solo con unas palabras que a veces hacen que se me escape alguna lágrima. Bueno, creo que es hora de irme, es viernes. Estoy cansado. Cambio y fuera…